viernes, 5 de noviembre de 2010

El demonio desatado

2 de Noviembre

He estado seis días en coma. Lentamente mi mente comienza a reconstruir todos mis recuerdos. Mis sentidos regresan poco a poco. Primero regresa mi oído. Escucho un sonido agudo y constante al ritmo de mi corazón. Regresa mi sentido del tacto. Estoy acostado en algo parecido a una camilla, aun esposado de las manos. Mi boca esta seca y con cierto sabor a sangre. Un grupo de personas entra al cuarto, percibo el aroma de Leona entre ellas. Los fundadores también están aquí

- ¿Cual es su estado? - el mayor de los fundadores se para a unos metros de mi, siento su mirada. Su acento norteño es  inconfundible.
- Logramos estabilizarlo - la única enfermera del lugar, lo mas cercano que tenemos a un medico. ¿Que puede saber ella de mi estado? - aunque parece estar evolucionando solo.
- ¿Esta infectado? - pregunta Leona.
- Sus signos vitales y el ataque que describió Vanessa concuerdan con todo el cuadro clínico de un infectado. Sin embargo ha estado tranquilo desde el día de ayer, sus signos vitales han regresado a la normalidad y... - la enfermera se detiene un momento aun confundida por los signos que mostraba mi cuerpo inmóvil -... no tiene ninguna marca en la piel.
- Usualmente los infectados con Pandora lo expresan después de el primer ataque - interrumpe Leona - El parece haber resistió varios.

Un silencio invade la sala, solo escucho el sonido de la maquina que monitoriza mi ritmo cardiaco. Cosas que logramos extraer de un hospital abandonado hace dos meses.
Escucho los pasos del fundador acercarse a mi. Mi vista regresa lentamente pero no abro los ojos.

- No podemos arriesgarnos, no puedo arriesgar a toda esta gente - escucho un cartucho entrar en su arma de mano y siento el frió metal del cañon en mi frente - Adiós, Mateo.


Abro mis ojos al mismo tiempo que alzo mis manos y desvió el disparo el cual atraviesa el aparato que monitorizaba mi corazón. Noto una diferencia en mis movimientos. Siento cada uno de ellos antes de hacerlos logrando con esto mas tiempo para evaluar los resultados e incluso reproducirlos antes. Mi mente es demasiado veloz.Giro mis brazos atrapando la mano de Francisco, el fundador, y lo jalo hacia la camilla recibiéndolo con un rodillazo que lo manda del lado contrario de la misma. Doy un salto balanceandome con mis piernas y aviento la camilla a mis espaldas al mismo tiempo que caigo de pie.

- ¡Quieto! - Leona y tres de sus soldados personales me apuntan con sus armas. Marina, la enfermera, corre hacia una esquina.

Observo con cautela los fusiles de asalto AK y la metralla semiautomática de Leona. Mis manos siguen esposadas pero siento la energía en mis músculos, como si estuviesen palpitando preparados para cualquier acción. Mis sentidos se han expandido a tal grado que puedo recrear cada rincón del cuarto por su olor, color y el rebotar de todos los sonidos. Me agazapo y corro hacia Leona al mismo tiempo que me aviento al suelo extendiendo mis brazos y mis piernas. Los disparos destrozan el suelo tras mis pasos. Caigo con las manos y doy una maroma a los pies de los soldados. Sin levantarme pateo la rodilla de uno de ellos quien cae al instante sin embargo mi mano detiene la caída de su arma. Su mira apenas esta buscando mi cuerpo cuando uno de ellos es interrumpido por un fuerte golpe de la culata del fusil el cual he tomado como si fuera una especie de mazo. El arma del ultimo soldado se traba justo antes de hacer su disparo hacia mi pecho. Puedo sentir mi codo rompiendo su quijada y comienzo a correr hacia la salida. Un fuerte golpe en mi costado me detiene. Leona ha decidido combatir mano a mano. Mi empeine se acerca con gran velocidad a su rostro pero es lo suficiente mente rápida como para esquivarlo y soltarme otro golpe en el pecho. Antes de que su mano pueda salir de mi alcance la tomo y con un giro la enredo entre las esposas. Le doy una patada en el abdomen y ella responde con un giro de caderas y un jalón que me hace volar sobre ella y aterrizar con mi espalda y parte de mi cadera. Giro en el suelo y rápidamente me levanto de un salto. Un disparo interrumpe mi siguiente movimiento. Francisco apunta con su arma decidido a no fallar en su segundo intento. 

- ¡No! - Leona grita y mira a Francisco, distrayéndose.

Rápidamente giro y me agacho. Como un felino que emprende el ataque hacia su presa corro golpeando la puerta y abriéndola. Un pasillo demasiado extenso aparece frente a mi pero no me detengo. Un par de disparos pasan a mi lado y destruyen partes de la pared mientras voy llegando al final del pasillo. La puerta frente a mi se abre antes de que pueda tocarla y un par de soldados bloquean la salida. Sin pensarlo evaluó rápidamente otra salida. Las imagenes se construyen en mi mente recreando cada una de mis opciones. Salto hacia uno de los ventanales a mi costado derecho rompiéndolo con el hombro y cayendo desde un tercer piso. Giro en el aire y caigo de pie. Sigo corriendo, sin dolor, sin cansancio, sin heridas. Las balas de las metrallas siguen mis pasos. La gente corre al verme semi desnudo, con solo un pantalón roto, huyendo de los disparos. No se como saldré de Odisea aun.


domingo, 31 de octubre de 2010

Preso de mi Ira (2a. parte)

26 de Octubre

Mi postura es la misma de la noche pasada. Abro los ojos al sentir un rayo de luz filtrarse hacia mi rostro. El calor del sol sobre mi rostro me hace sentir como un sediento que es satisfecho con un gotero. Mis hombros están entumidos por estar forzados hacia mi espalda. Logro levantarme haciendo movimientos parecidos a los de una serpiente y recargando mi espalda en la pared permanezco sentado. 

Su aroma me distrae de la perístalsis que en un furioso reclamo me recuerda que no he comido nada desde el evento del centro comercial. Escucho el sonido de la puerta metálica al final del pasillo y sus pasos comienzan a acercarse. Ella no trae a nadie que la escolte pero mi olfato me dice que trae algo mejor. Se detiene frente a la puerta de mi celda. La puerta se abre y la luz me deslumbra. Vanessa atraviesa el umbral de la puerta, puedo sentir su mirada sobre mi cuerpo semidesnudo. Siempre estaba tan atenta a mis cicatrices y a mis tatuajes. Parecía nunca perder el interés en ellos. La puerta se cierra tras ella y después de parpadear un par de veces me doy cuenta de la charola en sus manos.

- Mateo… - se acerca sin temor y deja la charola a mi lado izquierdo - ¿Está bien? – Su mano toca la herida del perdigón de escopeta sobre mi hombro y en un movimiento instintivo lo aparto agresivamente a lo que ella responde alejando su mano y su rostro casi a la misma velocidad - ¿Qué paso? – su tono cambia por uno menos preocupado al darse cuenta que mi paranoia seguía en pie – Leona dice que usted mato a sus propios hombres.
- Esos no eran mis hombres – me recargo nuevamente en la pared.
- Ese tipo de abastecimientos son muy importantes para nosotros – organiza los elementos en la charola: un vaso de agua, un conjunto de frutas y avena hervida y un pan.
- No pensaba en la misión – la miro directamente a los ojos – solo pensaba en la justicia.
- ¿Así que esa es  su idea de justicia? – me mira y extiende el vaso de agua hacia mis labios. Bebo un sorbo y ella guía el resto del contenido hacia mi garganta – Los hombres alla afuera dicen que usted se ha vuelto loco, que parece estar infectado con Pandora – coloca el vaso vacio sobre la charola – Los Fundadores discuten sobre su ejecución o su destierro – se acerca aun mas a mi rostro, no parece importarle mi olor o el riesgo de que pierda el control nuevamente - ¿En que estaba pensando?

Desvío la mirada hacia el techo. Un suspiro precede a un tren de recuerdos e imágenes que aturde violentamente mi estado de calma aparente. Mi mirada cambia y se pierde como proyectando mis memorias sobre el techo. Ella se sienta sobre sus talones y me mira con atención.

- Desde que tengo uso de razón siempre me he cuestionado los motivos del actuar de las personas. He aprendido de todo lo que la Naturaleza me ha enseñado, he aprendido cosas que me han sido esenciales para mi supervivencia, he aprendido a sentir, he aprendido a observar, a escuchar, a probar, a vivir… - la mirada en sus ojos me recuerda que jamas habia hablado de esta forma con ella – pero lo único que me han enseñado los humanos es a odiar, es la ira. No muestran respeto por la vida, ni si quiera por ellos mismos. Ni si quiera en estos momentos de desesperanza – la miro a los ojos, su rostro reacciona a mi mirada fría pero llena de odio a la vez – he perdido la fe en la humanidad, Vanessa – su mirada se desvía hacia el suelo, tiene un semblante de tristeza.
- Tuvo familia, sintió algo por lo que vale la pena luchar… - la interrumpí
- ¡Me quitaron todo lo que tenia! – sus ojos se llenan de lagrimas al escuchar mi voz llena de rabia – y han hecho lo mismo una y otra vez. Yo mismo lo he hecho, he dejado huérfanos, viudas, padres sin hijos, hermanos. He matado mas gente de la que te imaginas y en ningún momento he sentido arrepentimiento, dolor o tristeza.
- No puede pensar así, usted me ha enseñado tantas cosas… - se referia a las veces que le enseñaba a meditar, a observar a la naturaleza a mezclarse con su entorno, a convertirse en el ecosistema mismo; a ser parte del fluir de la vida.
- Todo lo que te enseñe no puede prevalecer mientras las mentes débiles de los humanos sigan enfermando esta Tierra.
- Salvó a esas mujeres, salvó a esa niña – buscaba desesperadamente un indicio de el hombre que solía conocer.
- Hice lo que debía – mi mirada vuelve a perderse en el techo.

Vanessa se levanta pero sus ojos están clavados en el suelo. Sus ojos llenos de lagrimas me miran por un breve momento y se da la media vuelta.

- Leona esta luchando para que regrese con nosotros. Ella cree en usted.
- No necesito a nadie, Vanessa – mis latidos comienzan a aumentar en fuerza, puedo sentir las palpitaciones en todo mi cuerpo. El dolor aparece como una breve llamarada que lentamente incrementa su intensidad – Escapare de este lugar y más vale que no estés cerca cuando lo haga, mucho menos que intentes detenerme.
- No puede dejarnos – su voz se quiebra y yo logro levantarme por completo haciendo uso de mis piernas y mi espalda recargada en la pared.

Camino lentamente hacia ella. Mis pasos son silenciosos, lentos, cautelosos. Escucho sus sollozos y veo como lleva las manos a su rostro.

- Ha sido como un padre para mí, no puede hacer esto – su voz comienza a desvanecerse en mi mente y solo logro escuchar mi respirar agitado mientras camino hacia ella.

Justo un par de pasos antes de alcanzarla el dolor se dispara hacia la base de mi cráneo y se extiende por todo mi cuerpo. Mis ojos se ponen en blanco y todos mis músculos se contraen. Caigo de rodillas y comienzo a producir gruñidos. Me agito violentamente y caigo al suelo. Comienzan las convulsiones. Mi cuerpo se arquea y se relaja en un ritmo discontinuo. Vanessa se agacha a mi lado y me toma por los hombros queriendo calmarme. Sus intentos son inútiles y corre hacia la puerta. Escucho como la golpea desesperadamente pidiendo ayuda. Antes de perder el conocimiento un grito escapa con gran fuerza de mi garganta y recorre cada rincón del bunker.

viernes, 29 de octubre de 2010

Preso de mi Ira

25 de Octubre

Siento un gran dolor en mi pecho sin embargo el peso de mi chaleco antibalas ha desaparecido. Mi cuerpo esta dolorido. Mi boca esta seca pero puedo probar el sabor de sangre seca en mis labios y mi mejilla. Las imagenes llegan a mi mente como flashazos intensos y veo los perdigones de un disparo de escopeta venir hacia mi, siento un golpe tremendo en el pecho que expulsa todo el aire en mis pulmones, uno de ellos roza mi mejilla y otro se incrusta en mi hombro izquierdo. Intento moverme pero noto que unas esposas sostienen mis muñecas, mis pies están encadenados de igual forma. Al abrir los ojos solo veo oscuridad. El ambiente es húmedo y puedo escuchar varias goteras. Detecto el olor de Odisea en el aire. De pronto recuerdo el porque de mis cadenas y una sonrisa se dibuja en mi rostro mientras repaso cada una de mis contracciones musculares que fueron utilizadas para acabar con los hijos de puta en el centro comercial. No siento arrepentimiento, no siento lastima ni nada que se le parezca. Sentía orgullo. El mismo sentimiento que invadía mi sistema mientras llevaba justicia a cada uno de los miembros de Rhinos.

Un dolor profundo nace en la base de mi columna vertebral y como un relámpago ascendiente llega a mi cabeza. Mi cuerpo se arquea casi involuntariamente. El ambiente es frió sin embargo mi sangre hierve. Punzadas en mi cabeza y en mi pecho acompañan a una taquicardia increíblemente fuerte. No, no puede ser posible, no puedo estar contaminado ¿Como pudo haber pasado? ¡Jamas me he descuidado! ¿Acaso el virus ha mutado de nuevo? ¿Ha encontrado otra forma de infección? Quizá esta es la razon de mi odio desenfrenado, quizá esta es la razón de mi sed de sangre. Me había dado cuenta en mis ultimas autoevaluaciones durante mis entrenamientos. Me he vuelto mas rápido, mas ágil; mis sentidos se han agudizado de forma impresionante, a tal grado que casi puedo predecir los movimientos de lo que me rodea. No envejecía. Al contrario. ¿Acaso este ataque era parte de ello? Mi cuerpo se convulsionaba en el suelo mientras mis gruñidos eran cegados por las contracciones en mi garganta. Todo cede tan súbitamente como inicio. Empapado en sudor respiro agitado en el suelo, mi cuerpo aun arde como un metal al rojo vivo. En mi pequeño delirio posterior al ataque y mientras mi pulso regresa a la normalidad puedo escuchar unos pasos seguidos de el abrir de una puerta. La luz ilumina el frente de mi celda y percibo su aroma. Leona. La escucho bajar las escaleras y puedo distinguir a dos personas mas junto con ella. Ahora reconozco este lugar. Estamos en el sótano de Odisea, un pequeño bunker que se había construido para resguardar alimento y armas durante los primeros días de Pandora.

- ¿Ya despertó? - Leona camina hasta la entrada de mi celda y se asoma por una pequeña ventana en la puerta. Con mi cuerpo inmóvil e incapaz de responder a mis deseos, solo logro mover los ojos para cruzar nuestras miradas. 
- Ha estado balbuceando y sudando demasiado desde que lo trajimos - dice uno de sus soldados personales informándome de algo que yo tampoco sabia.
- La doctora dijo que estaba ardiendo en fiebre y que parecía tener un... cuadro infeccioso - completa el segundo con dificultad.
- ¿Como te sientes, Mateo? - la escucho poner su mano sobre el botón lateral a la puerta que abre el seguro eléctrico de mi celda.

Quiero responderle pero mi garganta solo emite sonidos sin sentido. Giro mi cuerpo y quedo boca arriba. Me esfuerzo un poco mientras el seguro de la puerta hace un sonido que resuena en todo el lugar y la puerta se abre.

- Es peligroso, comandante. El ha perdido la razón. ¡Usted vio los cadáveres de nuestros camaradas! - el nerviosismo invade al soldado tras de ella.
- Mateo - logro hincarme y recargar mi trasero sobre mis talones. Mi rostro se cubre de una sombra tétrica que solo permite distinguir el brillo de mi esclerótica y un extraño reflejo rojizo sobre mis pupilas - ¿Estas bien? - Leona se acerca hasta mi y flexiona sus rodillas para quedar a mi altura. Solo puedo observar sus ojos azules con una mirada preocupada - ¿Que fue lo que paso?

Siento la mira de una ametralladora sobre mi cabeza, los soldados que la escoltaban estan dispuestos a todo con tal de defender a su líder.

- Justicia... - la palabra sale arrastrándose de entre mis labios, casi no tiene volumen pero ella la entiende.
- Mataste a todo el grupo bajo tu mando, necesitabamos a esa gente.
- No necesito a ninguna escoria como esa - la miro directamente a los ojos - ¿Acaso eres ciega a sus acciones? - uno de sus soldados presiona su cañón sobre mi cabeza y Leona no lo detiene.
- Iban a ser castigados por su indisciplina. Tenemos códigos en este lugar, lo sabes - mi expresión muestra desagrado y burla hacia su idea de "castigo".
- Recibieron su castigo según mi código - mi voz es fría y arrastrada.
- Vives en nuestro territorio, en nuestra sociedad. No es tu código el que prevalece aquí y debes entenderlo. No es por esto que te reclutamos - su mirada es decidida, segura. Su voz siempre llama toda mi atención.
- Me reclutaron porque me necesitan - brevemente recuerdo los momentos en que su campo de batalla se junta con mi campo de cacería - y yo no los necesito a ustedes.Mi presa estaba dentro de tus objetivos. Nunca pensé en tus hombres o en ti.

- Lo hiciste, lo se - me mira por un momento - Así como yo también pensé en mi gente, en la gente de esta comunidad, cuando te ofrecí un lugar junto a nosotros.

Un sonido parecido a una risa se escapa de mi boca con gran esfuerzo seguido de una tos que hizo que me hace perder mi postura actual y caigo nuevamente al suelo.

- Te he estado investigando, Mateo - no hago esfuerzo por mirarla - Se por lo que haz pasado y lo que te ha forjado - se acerca a mi - todos tenemos una cruz que cargar, todo sucede por una razón. No puedes perder tu esperanza en estos momentos, no cuando la lucha por la vida es tan intensa - su pie golpea con gran fuerza mi abdomen en una patada de gran magnitud que, a pesar de no ceder ante el golpe, hace que me eleve del suelo. Ella da media vuelta y camina hacia la salida. Su escolta la sigue - Solo necesitas encontrar tu razón para vivir.
- La gente no merece la vida - intento incorporarme pero solo vuelvo a caer sobre mis hombros y una sonrisa se dibuja en mi rostro.
- Esa no es tu decisión - se detiene en el umbral de la puerta y me mira por sobre su hombro derecho - fuiste un Héroe para esas mujeres, Mateo.

La puerta se cierra tras de los soldados que la siguen. Miro hacia el techo y  lentamente todo sonido se desvanece. Mis ojos se cierran con cierto sentimiento de satisfacción.

domingo, 24 de octubre de 2010

Mi despertar

5:00 hrs.

Observo a la gente sin esperanza, respirando sin razón, solo porque pueden. Todo ha cambiado. Los niños ya no juegan con sonrisas en su rostro, no conocen la inocencia después de tanta violencia y crueldad que han vivido, después de tanta muerte y sangre derramada, el brillo de sus ojos se vuelve opaco mientras crecen en un ambiente hostil en donde menos del 50% de ellos sobrevivirá. Como una fila formada hacia el inframundo todos ellos observan nuestra salida por las puertas principales de Odisea. Camino viendo a los ojos a cada uno de ellos aunque ellos responden con una mirada vacía hacia mi fusil de asalto personalizado, mi rifle de francotirador en la espalda, mi cuchillo en el pecho o mi arma de mano en mi muslo derecho; no alcanzan a ver mi revolver en la espalda baja ni el pequeño wakizashi cubierto por un forro de tela. Frente a mi Vanessa maneja el vehículo blindado con un copiloto y seis más en la parte trasera con uno de ellos manejando la metralla en la torreta. A mi lado y a mis espaldas esta la unidad que han puesto a mi mando compuesta por cuatro ex convictos y tres ex policías. No tenía mucha esperanza en su supervivencia a largo plazo así como ellos no estaban muy convencidos de que alguien tan nuevo en el grupo tomara el mando de ellos, pero así lo había decidido Leona, comandante de los Septenarios, de todos nosotros. A mis espaldas va un camión de transporte descubierto con quince hombres armados, la elite de Los Septenarios, con Leona en el frente. Al final de la columna nos escoltan cinco motocicletas con Héctor como líder, el brazo derecho de Leona.

Las puertas de enorme proporción comienzan a abrirse lentamente, la gente cambia su mirada hacia una “libertad” falsa y peligrosa detrás de los muros. No sabía si todos se levantaban tan temprano para vernos partir o solo para soñar con lo que alguna vez fue su hogar. Al salir el vehículo blindado acelera un poco y nosotros detrás de ellos comenzamos a trotar. El brillo de un sol naciente se refleja en mis visores mientras paso por los grandes muros, detrás de nosotros el vehículo de Leona y las motocicletas que nos escoltan. Al tomar algo de velocidad mi grupo se divide. Salto junto con Guillermo, uno de los ex convictos, a la parte trasera del vehículo de Vanessa, mientras lo que resta de mi grupo se divide en dos columnas y al ser alcanzados por el vehículo de Leona saltan hacia sus costados.
El convoy avanza por diez kilómetros aproximadamente cuando Leona llama por el radio:
  
          - Todos atentos, estamos a punto de entrar al área contaminada – su voz fría y experimentada hace que todos accionen como si se tratara de una maquina.

Alzo mi fusil personalizado por el techo del vehículo blindado y uso la mirilla telescópica para adelantarme a lo que pudiera encontrar en el frente. Guillermo hace lo mismo con su metralla semiautomática y por arriba del camión descubierto se asoman todas las armas de sus pasajeros, formando una especie de coraza espinada.

Los engendros de Pandora caminan sin sentido, algunos de ellos devoran los restos de sus últimas víctimas. Los que se habían levantado de la muerte eran lentos y torpes, al contrario de aquellos que habían sido infectados sin morir. Su atención se dirijo hacia nuestros vehículos mientras estos cruzaban rápidamente su territorio.
  
         -  Engendros aproximándose del lado derecho – Héctor comunica por radio a toda la columna quien de inmediato acciona y apuntan sus armas hacia el flanco descrito. Algunos quedan cubriendo los demás flancos. Como yo.

Más de treinta engendros aparecen corriendo de entre las calles, se dirigen al vehículo de Leona. El ametrallador de la torreta acciona su arma y las ojivas comienzan a destrozar los cuerpos de aquellos seres sin mente. Los pasajeros, así como los tres que iban colgados en el flanco derecho comienzan a disparar certeramente a las cabezas de los enemigos más cercanos. Ahora ya no están a nuestra derecha y se colocan a nuestra retaguardia. Los pasajeros del vehículo adoptan una nueva formación, unos se hincan en una rodilla mientras otros se paran detrás de ellos. Las motocicletas se abren en dos columnas y se retrasan para quedar tras los pocos enemigos que quedan. Comienzan a abatirlos convirtiéndose en un exterminio completo sin dejar con posibilidades a los engendros.
  
         -  Bloqueo de imbéciles al frente – dice Vanessa con cierto tono de agrado por el radio. 
          - Pasa atreves de ellos – Leona comanda.

Vanessa acelera con el vehículo blindado y la columna la sigue. Siento el vehículo chocar con los cuerpos de los engendros, uno tras otro, veo como quedan destrozados tras nosotros y como se despedazan  mientras los vehículos pasan sobre ellos y los golpean. Algunos de ellos alcanzan a saltar al vehículo aun cuando el ametrallador dispara hacia el frente intentando acabar con los que no alcanzan a ser arrollados. Dejo mi fusil colgado sobre mi pecho y desenfundo mi arma de mano, apunto hacia el engendro que, colgado sobre el vehículo, intenta alcanzar al ametrallador y le vuelo la mitad del cráneo perdiendo este su fuerza de agarre y cayendo al suelo. Hago lo mismo con otro que intenta alcanzarme corriendo y al caer es aplastado por el vehículo de Leona.
  
 - ¡Son demasiados! – exclama el ametrallador sin dejar de disparar 
 -Casi llegamos al objetivo – Leona hace los cálculos en su GPS – quinientos metros.

La columna ahora se desplaza a máxima velocidad. Los engendros dejan de bloquear nuestro camino, por ahora. Enfundo mi arma de mano y retomo mi fusil apuntando por arriba del vehículo blindado. Mientras nos aproximamos al punto marcado como objetivo, me llama la atención la falta de enemigos hasta que observo un grupo de ellos vagando por la entrada de un centro comercial. 
        
           -Ese es el objetivo – Leona me mira – Mateo. 
         -Lo tengo – una sonrisa se dibuja en mi rostro y asiento con la cabeza - ¡Ahora! – mi equipo entiende la instrucción y todos saltan a un lado de los vehículos los cuales nos rebasan y forman un bloqueo a unos cincuenta metros de nosotros.

Tomo el frente de una formación en triangulo que avanza de frente hacia la entrada de la plaza comercial. En un avance táctico y sin movimientos inútiles alzo mi fusil y disparo con certeza a la cabeza de uno de los engendros. Ya éramos el centro de su atención. Rápidamente caminaron con dificultad hacia nosotros, algunos corrían pero eran abatidos en el momento en que cruzaban la línea de su avance. Sigo avanzando mientras todo mi equipo dispara hacia el pequeño grupo de cadáveres vivientes que quedaban frente  nosotros. En un momento aparecen más a nuestro alrededor, saliendo de los costados de la entrada a la plaza comienzan a rodearnos. Los flancos de la formación en triangulo apuntan hacia derecha a izquierda encontrando sus espaldas hacia el centro  mientras yo sigo disparando hacia el frente. Nos movemos de manera uniforme a pesar de no conocernos demasiado. Mi cargador se termina y en un movimiento rápido y con destreza coloco uno nuevo en su lugar, guardando el vacio. Uno de los engendro corre hacia mi sin darme tiempo de colocar un cartucho del nuevo cargador en la recamara de mi fusil, desenfundo mi cuchillo rápidamente y lo recibo con una apuñalada el cuello y desviando su fuerza hacia mi izquierda haciéndolo caer con gran fuerza, rápidamente desenfundo mi arma de mano y le remato en el suelo con un tiro a la cabeza la cual queda esparcida en el asfalto. Rápidamente enfundo mi cuchillo y mi arma de mano y termino de recargar mi fusil inaugurando el cargador con un par de disparos a la cabeza del último engendro en el frente. Volteo hacia mi derecha y me doy cuenta que no hay mas enemigos en el área.  
         
           -Por un momento pensé que no podrías contra ellos – dice Leona mientras se acerca caminando con un tono burlón y su subametralladora en su brazo derecho. 
          -Pensaste mal – miro a todo el grupo que viene tras de ella. Los conductores se han quedado en los vehículos, incluyendo a Héctor y Vanessa. 
          -¿Entramos? – ella habla con la clásica sonrisa que siempre sirve como preludio a un combate hombro con hombro junto a mí. Asiento con la cabeza

Aunque Héctor era su brazo derecho me daba cuenta de la atención que me había puesto desde que llegue a Odisea. Ella solo estaba poniendo en comparación a un comandante de la policía federal contra un Boina Verde del Ejercito Mexicano. Héctor solía ponerse en un plan de competencia siempre que entrenábamos o salíamos a operaciones. Por alguna razón se había quedado con los vehículos esta vez. Leona me mira con sus ojos verdes decididos, su postura es la de una mujer veterana en combate quien ha combatido por necesidad más que por diversión. Su figura es atlética y le hace justicia a su velocidad y a las horas que pasa entrenando todos los días. Jamás había conocido una mujer tan dedicada al combate como ella. Es un poco cerrada y nunca habla de su pasado, al menos no conmigo. Solo hablamos lo necesario aunque parecía que esta vez sería diferente.

Leona observa la puerta la cual estaba cerrada con múltiples cadenas y bloqueada por el lado contrario. 
       
            - Explosivos – de entre su escolta de quince soldados entrenados especialmente por ella uno corre hacia la puerta y coloca una pequeña carga de explosivos plásticos, los prepara y hace una seña anunciando que están listos. Todos nos recargamos en los muros de los costados.

La explosión destruye gran parte de la puerta e inmediatamente entra la escolta de Leona seguida por la gente en mi equipo. Ambos aseguran el área colocándose de tal forma que todas las posiciones quedan cubiertas por su  mira. Apuntan hacia el primero y segundo piso, hacia el puente que comunica en el primer piso, las escaleras y el largo pasillo frente a nosotros. Camino con la mira del fusil siguiendo mi mirada, ella camina a mi lado con la subametralladora recargada en su hombro. El lugar parece desierto, sin embargo mi olfato, a pesar de toda la peste de los engendros, percibe olores humanos, comida reciente. Mi oído entonces escucha un sollozo. Le digo a Leona que hay gente viviendo en este lugar sin apartar los ojos de la mira. Todos avanzamos con cautela en una formación que asegura todos nuestros flancos, Leona y yo caminamos en el centro de la misma. Después de unos pasos me detengo casi al mismo tiempo que Leona.  
        
             - ¡En el segundo piso! – grita ella al mismo tiempo que yo, nuestra sincronía para apuntar nuestras armas hacia el mismo punto es casi perfecta.

Granadas de humo caen de todas partes y comienzan a nublar el área por completo. Me agacho y prendo mis visores termales, observo a su escolta y a ella hacer lo mismo. Mi equipo abre fuego sobre los barandales de los dos pisos sobre nosotros mientras corren para alejarse del humo. Aun les falta adiestramiento, no son soldados, no son combatientes, solo son hombres con armas. Toco el hombro de Leona y con un par de señas le hago saber de mis intenciones de subir por las escaleras hacia el primer piso, ella asiente con la cabeza y después ordena a su escolta tomar resguardo bajo las columnas a los costados. Los disparos empiezan a ser respondidos hacia mi equipo mientras subo las escaleras sigilosa y rápidamente. Puedo distinguir armas de alto calibre del  lado enemigo, pero no experiencia en sus disparos, están nerviosos, solo son sobrevivientes. Observo a mi primer objetivo detrás de los barandales del primer piso, no ha notado mi presencia. Con movimientos acertados y rápidos me muevo hacia el sin ser notado, desenfundo mi cuchillo y en un parpadeo meto mi brazo por debajo del suyo y jalo con tal fuerza que avienta el arma al mismo tiempo que le pateo detrás de la rodilla y coloco mi cuchillo sobre su cuello.  
        
             -¡No me mates, por favor! – abrió las manos y comenzó a temblar con temor. 
          -Detén el fuego – apreté mi cuchillo sobre su cuello y alce mi visor. 
          -¡No puedo!

En un movimiento instintivo desenfunde mi arma de mano y apunte hacia mí costado derecho girando a mi rehén para cubrirme el mismo. Un hombre canoso me apuntaba con un revólver. 
     
             - Déjalo ir – su mirada era serena sin embargo respondí apretando aun más el cuchillo haciendo que una gota de sangre escurriera por el cuello del adolescente. 
        -Ordena que se detengan – me mostraba firme. 
       -Tienes los ojos de la muerte… - me mira y noto cierto temblor en su mano - ¡Alto el fuego! – dijo tomando su radio con la mano contraria a su arma.

Los disparos cesan sin embargo aun puedo escuchar unas ráfagas a lo lejos seguidos de unos gritos que se detienen inmediatamente.

   -Detén a tus hombres y deja a mi hijo en paz – alzo la mira de su arma y la soltó parcialmente, dejándola solo sobre su dedo índice.

Piso la parte trasera de la rodilla del adolescente haciéndolo caer de rodillas frente a mí, aun con el cuchillo en el suelo. Leona se acerca detrás del hombre apareciendo entre el humo, sus movimientos habían sido tan cautelosos que ni si quiera yo la había notado o escuchado.  
        
           -¡Maldito! – el hombre intenta apuntarme con su revólver sin embargo su movimiento es bloqueado por la mano de Leona seguido por un golpe al costado de sus vertebras lumbares. Ella gira su mano con gran habilidad y lo desarma en un instante. Sin soltarle la muñeca y el codo, lo gira y recargando su brazo contra su tórax lo avienta contra el suelo y le apunta con su subametralladora. Ella acababa de salvarle la vida, de otra forma una de mis balas hubiese atravesado su frente. 

         - Quédate ahí – Leona lo registro rápidamente mientras su escolta se encargaba de desarmar a los demás. El adolescente lloraba frente a mí al ver a su padre inutilizado.
Al mismo tiempo que noto la ausencia de mis hombres escucho unos gritos femeninos provenientes del fondo de la plaza comercial, al final del pasillo. 
          
      -¡No! ¡Malditos hijos de perra! – el hombre se revuelca en el suelo mientras es amarrado por la escolta de Leona.

Mi mirada y la de ella se cruzan y entiendo la autorización a mi petición silenciosa. Salto con gran agilidad desde uno de los barandales del primer piso y me cuelgo en un movimiento fluido amortiguando la caída. Avanzo velozmente verificando todo frente a mí con una mirada rápida. Al dar la vuelta por el pasillo encuentro los cuerpos de cinco hombres frente a una cafetería, ninguno de ellos era de mi equipo. Alzo mi fusil y apunto hacia la entrada de la misma. Escucho sollozos y quejidos mientras me acerco, paso a un lado de los cinco cuerpos observando las heridas de bala por todo su cuerpo. Entro a la tienda y observo el cuerpo de una mujer de unos cuarenta años aproximados con las ropas desgarradas y con múltiples puñaladas en el abdomen. Guillermo aparece detrás de una puerta al fondo del recinto.  
        
           -¡Comandante! ¡Le hemos guardado lo mejor! – limpiaba sus manos llenas de sangre en su camisa. 
         -  ¿¡Qué demonios paso aquí!? – no bajo mi arma 
          - Encontramos muy buena… “mercancía” si sabe a lo que me refiero – su sonrisa se borro al ver que no compartíamos el mismo estado de animo 
          -Baje su arma, comandante – Sergio, un ex policía, aparece por detrás apuntando con su escopeta

Un ligero gruñido se escapa de mi boca y siento los cañones de la escopeta en mi nuca. Suelto el fusil automático y Sergio comienza a quitarme mi armamento visible. Toma mi rifle de francotirador, mi fusil personalizado y mi arma de mano de mi muslo. Comete un error el no quitarme el cuchillo. 
        
            -Venga, le hare cambiar de opinión – sonríe, sus gestos son toscos al igual que sus proporciones, su cabello amarrado en una trenza y su barba en candado.

Guillermo comienza a caminar hacia el cuarto del que salió y Sergio presiona los cañones de la escopeta sobre mi nuca así que comienzo a caminar hacia el mismo lugar. Al llegar al cuarto observo a dos de ellos violando a una niña de quince años aproximadamente y  otros dos golpeando y arrancando la ropa de una un poco mayor. El último amenazaba a una niña, la cual solo lo veía con una mirada desafiante y fría. 
        
             -¡Déjenla! ¡Déjenla en paz! – gritaba la mayor mientras era golpeada – ¡Hagan conmigo lo que quieran pero déjenlas! 
          -La pequeña es suya, comandante – me sonrió y extendió su mano hacia la niña.

Observo la posición de todos, las armas que cargan, analizo sus posibilidades. 
        
            - He perdido la esperanza en la humanidad, Guillermo – digo observándolo fijamente a los ojos, noto su nerviosismo y el cambio en el gesto de su mirada. Sabia de lo que era capaz – no merecen vivir… - mis palabras habían sido pronunciadas con tal odio y frialdad que todos me miran.

En ese instante desenfundo mi cuchillo y con un giro quedo detrás de Sergio cortando los ligamentos de su codo y atravieso su cuello con el frio acero afilado. La sangre salpica a mi rostro al mismo tiempo que corro hacia Guillermo quien intenta sacar su arma de su cintura. Rápida y letalmente hago dos cortes en su cuello, uno en vertical sobre su abdomen, entierro el cuchillo en su perineo y luego debajo de su mandíbula, lo tomo de la nuca y lo uso como escudo a los disparos de los cinco restantes. Libero el cuchillo al mismo tiempo que me agacho y saco el arma de su cintura con dos tiros certeros a la frente  y al corazón de dos de ellos. Doy una maroma hacia la escopeta de Sergio y al mismo tiempo la sangre de Guillermo me baña en una pintura de guerra que demuestra mi odio enfermizo hacia la humanidad. Mi gesto es frio, he perdido todo control. Tomo la escopeta y me oculto detrás de una columna agazapado. 
        
           - ¡No te saldrás con la tuya, Mateo de mierd…! – el disparo de la escopeta le destroza el cráneo salpicando el rostro de la niña con fragmentos óseos y masa encefálica.

Una serie de disparos se impacta contra la columna y al terminar el conteo de sus cargadores disparo con el arma de mano de Guillermo hasta descargar lo que queda del cargador en el pecho del penúltimo. David alza las manos y avienta el arma al ver a la muerte frente a él, disfrazada de un demonio bañado por la sangre de sus enemigos, en mis ojos solo hay ira, mi labio se contrae y sin perder mi semblante de frialdad me acerco caminando lentamente a él. 
        
           -¡Perdón! ¡No fue idea mía! ¡Perdón! – alza las manos y llora temblando.

En uno de sus sollozos coloco los dos cañones dentro de su boca, su grito desgarrador es ahogado por el último disparo de la escopeta.

Observo su cadáver destrozado por unos instantes… mi obra. Tiro la escopeta y el arma de mano. Miro fijamente a los ojos de la niña quien solo ve una imagen espeluznante y terrorífica mientras el liquido rojo y caliente escurre por mi uniforme, rostro y manos. Su mirada es fría a pesar de su corta edad, puedo notar la ira en sus ojos en vez del miedo que hay en los ojos de sus hermanas quienes se abrazan en una esquina del cuarto, incrédulas, pálidas y llamando a su hermana. 
        
          - ¡Maya! ¡Ven aquí! ¡Rápido! – la mayor agita la mano pero la niña me sigue observando.


Cinco soldados de la escolta de Leona entran por la puerta apuntando hacia mí, se detienen a diez pasos de distancia y me ordenan que baje mis armas. Los miro fijamente y uno de ellos apunta con mayor decisión. Se dan cuenta que no llevo armas y me ordenan hincarme y poner mis manos sobre la nuca.

He perdido la fe en la humanidad, he perdido todo. La humanidad misma ha buscado su destrucción y mi papel como preservador de los pocos sobrevivientes ha terminado. No vale la pena la supervivencia de mentes tan débiles, no vale la pena continuar con su semilla en este mundo, seguirán buscando satisfacer sus instintos estúpidos, sus codicias y ambiciones; seguirá siendo lo mismo. El círculo debe ser purificado. Debe ser exterminado.

Con un grito me lanzo hacia los hombres armados frente a mí. El disparo de una escopeta sobre mi pecho termina con mi avance y con mi aire. Caigo sobre el suelo a mis espaldas pero no siento mi sangre. Mi vista se nubla. Escucho la voz de Leona a lo lejos mientras me desvanezco y pierdo toda mi fuerza.
 

miércoles, 20 de octubre de 2010

Todo ha cambiado...

El mundo como lo conocíamos ha terminado, todo se ha vuelto una lucha por la supervivencia individual. Pocos han logrado establecer pequeñas sociedades y trabajar en conjunto pero como siempre la naturaleza humana las hace pelear entre ellas. Estas sociedades son lo único que mantiene a la gente unida y son las que "ponen las reglas" en sus respectivos territorios. Son la autoridad y se ha convertido en el sistema económico y social que rige a los pocos sobre vivientes, cada una con sus características personales.

Todo comenzo con los primeros brotes de Pandora, el virus que causaba alteraciones irreversibles en el sistema nervioso de los humanos e incluso "traía a los muertos a la vida". Aun no he descubierto cual es mecanismo fisiológico de la habilidad de este virus, no es que importe demasiado ahora

Mi nombre es Mateo Guerrero aka. "Huitzil" , fui Capitán 1/o Boina Verde dentro de las Fuerzas Especiales del Ejercito Mexicano antes de que las Naciones pasaran a ser un grupo de sociedades se supervivientes. Mis padres y mi hermana fueron asesinados durante los primeros bloqueos en la Ciudad de México. No murieron a mano de los engendros de Pandora. Fueron alcanzados por las balas de un grupo paramilitar contra motines mientras intentaban salir de la ciudad. No fueron los únicos. Esa noche mas de mil personas murieron por el mismo motivo. Durante una operación de rescate de funcionarios políticos fui dado por muerto por mis camaradas; recuperando mi conocimiento después aproveche la situación para vengar a mi familia y comencé a cazar. Uno por uno termine con todos los miembros del grupo paramilitar "Rhinos" dejando mi firma personal en cada uno de los cuerpos mutilados, desollados y colgados por los pies... muy poco para lo que en verdad merecían. Aquellos que contrataban al grupo, políticos y empresarios, comenzaron a buscarme al temer por sus vidas, y escapando, entre el caos y la ciudad desierta, ocupada por los engendros de Pandora, llegue a una pequeña sociedad de sobre vivientes en el sur. Me contrataron como parte de su grupo de reconocimiento y recolección, un grupo lleno de criminales, exmilitares desertores y sicarios... no había mucho de donde elegir en este mundo.


Llevo tres meses viviendo en este pequeño pueblo rodeado por muros metálicos de mas de un metro de grosor, construidos por los fundadores y lideres actuales de Odisea, como le llamaban a este lugar. Población: 266

Mis habilidades sociales no me han permitido familiarizarme mucho con la gente de este lugar. No mas de lo necesario. Pocos me conocen, la mayoría de ellos son los niños que suelen jugar fuera de mi lugar de estancia, el cual comparto con una mujer de 18 años de nombre Vanessa, sobreviviente que aun guarda la pobre esperanza de encontrar a sus padres.


La Luz de la Luna baña mi cuerpo e ilumina mi silueta, puedo sentir su vibrar mientras me mantengo en posición de Loto, meditando, agudizando mis habilidades mentalmente, tomando conciencia de mi ser y mi alrededor, expandiendo mis sentidos.

- La cena esta lista - dijo Vanessa mientras abría la puerta de mi habitación de la manera suave en la que suele hacerlo. Ella conoce mi paranoia - ¡Lo siento! No sabia que estaba meditando - Se detuvo y comenzó a cerrar la puerta con la misma suavidad.
-Ahora voy - pude sentir su sonrisa antes de escuchar el cerrar de la puerta.

Mis músculos comienzan a prepararse para moverse después de estar varias horas inmóviles. Mi respirar se hace un poco mas continuo después de un gran suspiro. Hago una reverencia hacia la Luna que ilumina todos mis movimientos. Me levanto imitando el estiramiento que hace un canino después de reposar.

- Pensé que no contaba con usted esta noche - dijo mientras me sonreía detrás de la barra del comedor.
- Tu suerte no es tan mala - baje el ultimo escalón y camine lentamente hacia la barra, mis pies descalzos hacían el mínimo de ruido.
- Hice algo de café y avena - su mirada siempre se clavaba en mis ojos - ¿Seguro que no quiere nada mas?
- Con esto es suficiente, gracias - tome la taza de café y bebí un sorbo notando que el sabor era tan bueno como el olor - ¿Como estuvo tu practica hoy?
- Estuve practicando lo que me enseño - dejo su café en la barra y se recargo de una manera muy femenina con las dos manos. La nueva posición daba justicia a su figura causando que mi mirada reposara sobre su cuerpo - mi puntería y mi velocidad mejoraron - Ella solía practicar en el "jardín" de la casa, el cual yo había  adaptado para que sirviera como un lugar lo mas completo posible para perfeccionar nuestras habilidades y ejercitarnos.
-Tendrás oportunidad de mostrarme mañana - tome otro sorbo de café mientras nos veíamos fijamente a los ojos.
-¿Vamos a salir? - la emoción se notaba en su expresión. Solía morderse el labio inferior en ocasiones como esta. Se inclino hacia mi colocando su barbilla sobre sus manos y sus codos sobre la barra.
- Hector me dio instrucciones en la mañana, partiremos en la madrugada
- ¿A donde iremos?
- Recibieron noticias de un posible almacén de alimentos a unos kilómetros de aquí - termine el café y la avena y me recargue en la pared justo frente a la barra - ¿Emocionada?
- Hahaha, no es la primera vez que salgo con el grupo - cruzo los brazos y me miro con una pequeña muesca de desafió.
- Pero si la primera vez que sales conmigo - sonreí muy ligeramente y me separe de la pared mientras ella me observaba aun con el gesto desafiante en su cara - Ten cuidado, no quiero andar cuidando a novatos o tener que dispararte después de que te conviertas en uno de ellos.
- Gracias por los buenos deseos - me brindo una sonrisa sarcástica y me di media vuelta.
- Es en serio - mis palabras fueron pronunciadas con seriedad y la mire por arriba de mi hombro izquierdo - gracias por la cena
- De nada - su gesto cambio por otro de desconcierto.

Puedo escuchar sus pasos siguiendome tras los mios. Me detengo pero ella no lo hace y sus brazos rodean mi cintura y suben acariciando mi abdomen desnudo hasta llegar a mi pecho, pega sus labios a mi espalda, justo entre mis escápulas y comienza a acariciarla con los mismos dando ligeros besos hacia mi hombro derecho. Volteo hacia el cuarto de su pequeño hermano, ella me dice que no me preocupe, que duerme tranquilamente. Me doy media vuelta y la miro fijamente a esos ojos color miel, perdiéndome en su brillo, susurrandome el camino hacia sus labios rozados y tibios. La tomo por la cintura y comienzo a besarla lentamente, disfrutando cada sensacion que su cuerpo contra el mio me provoca, invitándome a tomarla, invitando a mis manos a recorrer cada centímetro de su piel. Comienzo a besar suavemente su cuello mientras mis manos se deslizan hacia sus muñecas  y la aprisiono entre la pared y mi cuerpo...