viernes, 29 de octubre de 2010

Preso de mi Ira

25 de Octubre

Siento un gran dolor en mi pecho sin embargo el peso de mi chaleco antibalas ha desaparecido. Mi cuerpo esta dolorido. Mi boca esta seca pero puedo probar el sabor de sangre seca en mis labios y mi mejilla. Las imagenes llegan a mi mente como flashazos intensos y veo los perdigones de un disparo de escopeta venir hacia mi, siento un golpe tremendo en el pecho que expulsa todo el aire en mis pulmones, uno de ellos roza mi mejilla y otro se incrusta en mi hombro izquierdo. Intento moverme pero noto que unas esposas sostienen mis muñecas, mis pies están encadenados de igual forma. Al abrir los ojos solo veo oscuridad. El ambiente es húmedo y puedo escuchar varias goteras. Detecto el olor de Odisea en el aire. De pronto recuerdo el porque de mis cadenas y una sonrisa se dibuja en mi rostro mientras repaso cada una de mis contracciones musculares que fueron utilizadas para acabar con los hijos de puta en el centro comercial. No siento arrepentimiento, no siento lastima ni nada que se le parezca. Sentía orgullo. El mismo sentimiento que invadía mi sistema mientras llevaba justicia a cada uno de los miembros de Rhinos.

Un dolor profundo nace en la base de mi columna vertebral y como un relámpago ascendiente llega a mi cabeza. Mi cuerpo se arquea casi involuntariamente. El ambiente es frió sin embargo mi sangre hierve. Punzadas en mi cabeza y en mi pecho acompañan a una taquicardia increíblemente fuerte. No, no puede ser posible, no puedo estar contaminado ¿Como pudo haber pasado? ¡Jamas me he descuidado! ¿Acaso el virus ha mutado de nuevo? ¿Ha encontrado otra forma de infección? Quizá esta es la razon de mi odio desenfrenado, quizá esta es la razón de mi sed de sangre. Me había dado cuenta en mis ultimas autoevaluaciones durante mis entrenamientos. Me he vuelto mas rápido, mas ágil; mis sentidos se han agudizado de forma impresionante, a tal grado que casi puedo predecir los movimientos de lo que me rodea. No envejecía. Al contrario. ¿Acaso este ataque era parte de ello? Mi cuerpo se convulsionaba en el suelo mientras mis gruñidos eran cegados por las contracciones en mi garganta. Todo cede tan súbitamente como inicio. Empapado en sudor respiro agitado en el suelo, mi cuerpo aun arde como un metal al rojo vivo. En mi pequeño delirio posterior al ataque y mientras mi pulso regresa a la normalidad puedo escuchar unos pasos seguidos de el abrir de una puerta. La luz ilumina el frente de mi celda y percibo su aroma. Leona. La escucho bajar las escaleras y puedo distinguir a dos personas mas junto con ella. Ahora reconozco este lugar. Estamos en el sótano de Odisea, un pequeño bunker que se había construido para resguardar alimento y armas durante los primeros días de Pandora.

- ¿Ya despertó? - Leona camina hasta la entrada de mi celda y se asoma por una pequeña ventana en la puerta. Con mi cuerpo inmóvil e incapaz de responder a mis deseos, solo logro mover los ojos para cruzar nuestras miradas. 
- Ha estado balbuceando y sudando demasiado desde que lo trajimos - dice uno de sus soldados personales informándome de algo que yo tampoco sabia.
- La doctora dijo que estaba ardiendo en fiebre y que parecía tener un... cuadro infeccioso - completa el segundo con dificultad.
- ¿Como te sientes, Mateo? - la escucho poner su mano sobre el botón lateral a la puerta que abre el seguro eléctrico de mi celda.

Quiero responderle pero mi garganta solo emite sonidos sin sentido. Giro mi cuerpo y quedo boca arriba. Me esfuerzo un poco mientras el seguro de la puerta hace un sonido que resuena en todo el lugar y la puerta se abre.

- Es peligroso, comandante. El ha perdido la razón. ¡Usted vio los cadáveres de nuestros camaradas! - el nerviosismo invade al soldado tras de ella.
- Mateo - logro hincarme y recargar mi trasero sobre mis talones. Mi rostro se cubre de una sombra tétrica que solo permite distinguir el brillo de mi esclerótica y un extraño reflejo rojizo sobre mis pupilas - ¿Estas bien? - Leona se acerca hasta mi y flexiona sus rodillas para quedar a mi altura. Solo puedo observar sus ojos azules con una mirada preocupada - ¿Que fue lo que paso?

Siento la mira de una ametralladora sobre mi cabeza, los soldados que la escoltaban estan dispuestos a todo con tal de defender a su líder.

- Justicia... - la palabra sale arrastrándose de entre mis labios, casi no tiene volumen pero ella la entiende.
- Mataste a todo el grupo bajo tu mando, necesitabamos a esa gente.
- No necesito a ninguna escoria como esa - la miro directamente a los ojos - ¿Acaso eres ciega a sus acciones? - uno de sus soldados presiona su cañón sobre mi cabeza y Leona no lo detiene.
- Iban a ser castigados por su indisciplina. Tenemos códigos en este lugar, lo sabes - mi expresión muestra desagrado y burla hacia su idea de "castigo".
- Recibieron su castigo según mi código - mi voz es fría y arrastrada.
- Vives en nuestro territorio, en nuestra sociedad. No es tu código el que prevalece aquí y debes entenderlo. No es por esto que te reclutamos - su mirada es decidida, segura. Su voz siempre llama toda mi atención.
- Me reclutaron porque me necesitan - brevemente recuerdo los momentos en que su campo de batalla se junta con mi campo de cacería - y yo no los necesito a ustedes.Mi presa estaba dentro de tus objetivos. Nunca pensé en tus hombres o en ti.

- Lo hiciste, lo se - me mira por un momento - Así como yo también pensé en mi gente, en la gente de esta comunidad, cuando te ofrecí un lugar junto a nosotros.

Un sonido parecido a una risa se escapa de mi boca con gran esfuerzo seguido de una tos que hizo que me hace perder mi postura actual y caigo nuevamente al suelo.

- Te he estado investigando, Mateo - no hago esfuerzo por mirarla - Se por lo que haz pasado y lo que te ha forjado - se acerca a mi - todos tenemos una cruz que cargar, todo sucede por una razón. No puedes perder tu esperanza en estos momentos, no cuando la lucha por la vida es tan intensa - su pie golpea con gran fuerza mi abdomen en una patada de gran magnitud que, a pesar de no ceder ante el golpe, hace que me eleve del suelo. Ella da media vuelta y camina hacia la salida. Su escolta la sigue - Solo necesitas encontrar tu razón para vivir.
- La gente no merece la vida - intento incorporarme pero solo vuelvo a caer sobre mis hombros y una sonrisa se dibuja en mi rostro.
- Esa no es tu decisión - se detiene en el umbral de la puerta y me mira por sobre su hombro derecho - fuiste un Héroe para esas mujeres, Mateo.

La puerta se cierra tras de los soldados que la siguen. Miro hacia el techo y  lentamente todo sonido se desvanece. Mis ojos se cierran con cierto sentimiento de satisfacción.

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