domingo, 24 de octubre de 2010

Mi despertar

5:00 hrs.

Observo a la gente sin esperanza, respirando sin razón, solo porque pueden. Todo ha cambiado. Los niños ya no juegan con sonrisas en su rostro, no conocen la inocencia después de tanta violencia y crueldad que han vivido, después de tanta muerte y sangre derramada, el brillo de sus ojos se vuelve opaco mientras crecen en un ambiente hostil en donde menos del 50% de ellos sobrevivirá. Como una fila formada hacia el inframundo todos ellos observan nuestra salida por las puertas principales de Odisea. Camino viendo a los ojos a cada uno de ellos aunque ellos responden con una mirada vacía hacia mi fusil de asalto personalizado, mi rifle de francotirador en la espalda, mi cuchillo en el pecho o mi arma de mano en mi muslo derecho; no alcanzan a ver mi revolver en la espalda baja ni el pequeño wakizashi cubierto por un forro de tela. Frente a mi Vanessa maneja el vehículo blindado con un copiloto y seis más en la parte trasera con uno de ellos manejando la metralla en la torreta. A mi lado y a mis espaldas esta la unidad que han puesto a mi mando compuesta por cuatro ex convictos y tres ex policías. No tenía mucha esperanza en su supervivencia a largo plazo así como ellos no estaban muy convencidos de que alguien tan nuevo en el grupo tomara el mando de ellos, pero así lo había decidido Leona, comandante de los Septenarios, de todos nosotros. A mis espaldas va un camión de transporte descubierto con quince hombres armados, la elite de Los Septenarios, con Leona en el frente. Al final de la columna nos escoltan cinco motocicletas con Héctor como líder, el brazo derecho de Leona.

Las puertas de enorme proporción comienzan a abrirse lentamente, la gente cambia su mirada hacia una “libertad” falsa y peligrosa detrás de los muros. No sabía si todos se levantaban tan temprano para vernos partir o solo para soñar con lo que alguna vez fue su hogar. Al salir el vehículo blindado acelera un poco y nosotros detrás de ellos comenzamos a trotar. El brillo de un sol naciente se refleja en mis visores mientras paso por los grandes muros, detrás de nosotros el vehículo de Leona y las motocicletas que nos escoltan. Al tomar algo de velocidad mi grupo se divide. Salto junto con Guillermo, uno de los ex convictos, a la parte trasera del vehículo de Vanessa, mientras lo que resta de mi grupo se divide en dos columnas y al ser alcanzados por el vehículo de Leona saltan hacia sus costados.
El convoy avanza por diez kilómetros aproximadamente cuando Leona llama por el radio:
  
          - Todos atentos, estamos a punto de entrar al área contaminada – su voz fría y experimentada hace que todos accionen como si se tratara de una maquina.

Alzo mi fusil personalizado por el techo del vehículo blindado y uso la mirilla telescópica para adelantarme a lo que pudiera encontrar en el frente. Guillermo hace lo mismo con su metralla semiautomática y por arriba del camión descubierto se asoman todas las armas de sus pasajeros, formando una especie de coraza espinada.

Los engendros de Pandora caminan sin sentido, algunos de ellos devoran los restos de sus últimas víctimas. Los que se habían levantado de la muerte eran lentos y torpes, al contrario de aquellos que habían sido infectados sin morir. Su atención se dirijo hacia nuestros vehículos mientras estos cruzaban rápidamente su territorio.
  
         -  Engendros aproximándose del lado derecho – Héctor comunica por radio a toda la columna quien de inmediato acciona y apuntan sus armas hacia el flanco descrito. Algunos quedan cubriendo los demás flancos. Como yo.

Más de treinta engendros aparecen corriendo de entre las calles, se dirigen al vehículo de Leona. El ametrallador de la torreta acciona su arma y las ojivas comienzan a destrozar los cuerpos de aquellos seres sin mente. Los pasajeros, así como los tres que iban colgados en el flanco derecho comienzan a disparar certeramente a las cabezas de los enemigos más cercanos. Ahora ya no están a nuestra derecha y se colocan a nuestra retaguardia. Los pasajeros del vehículo adoptan una nueva formación, unos se hincan en una rodilla mientras otros se paran detrás de ellos. Las motocicletas se abren en dos columnas y se retrasan para quedar tras los pocos enemigos que quedan. Comienzan a abatirlos convirtiéndose en un exterminio completo sin dejar con posibilidades a los engendros.
  
         -  Bloqueo de imbéciles al frente – dice Vanessa con cierto tono de agrado por el radio. 
          - Pasa atreves de ellos – Leona comanda.

Vanessa acelera con el vehículo blindado y la columna la sigue. Siento el vehículo chocar con los cuerpos de los engendros, uno tras otro, veo como quedan destrozados tras nosotros y como se despedazan  mientras los vehículos pasan sobre ellos y los golpean. Algunos de ellos alcanzan a saltar al vehículo aun cuando el ametrallador dispara hacia el frente intentando acabar con los que no alcanzan a ser arrollados. Dejo mi fusil colgado sobre mi pecho y desenfundo mi arma de mano, apunto hacia el engendro que, colgado sobre el vehículo, intenta alcanzar al ametrallador y le vuelo la mitad del cráneo perdiendo este su fuerza de agarre y cayendo al suelo. Hago lo mismo con otro que intenta alcanzarme corriendo y al caer es aplastado por el vehículo de Leona.
  
 - ¡Son demasiados! – exclama el ametrallador sin dejar de disparar 
 -Casi llegamos al objetivo – Leona hace los cálculos en su GPS – quinientos metros.

La columna ahora se desplaza a máxima velocidad. Los engendros dejan de bloquear nuestro camino, por ahora. Enfundo mi arma de mano y retomo mi fusil apuntando por arriba del vehículo blindado. Mientras nos aproximamos al punto marcado como objetivo, me llama la atención la falta de enemigos hasta que observo un grupo de ellos vagando por la entrada de un centro comercial. 
        
           -Ese es el objetivo – Leona me mira – Mateo. 
         -Lo tengo – una sonrisa se dibuja en mi rostro y asiento con la cabeza - ¡Ahora! – mi equipo entiende la instrucción y todos saltan a un lado de los vehículos los cuales nos rebasan y forman un bloqueo a unos cincuenta metros de nosotros.

Tomo el frente de una formación en triangulo que avanza de frente hacia la entrada de la plaza comercial. En un avance táctico y sin movimientos inútiles alzo mi fusil y disparo con certeza a la cabeza de uno de los engendros. Ya éramos el centro de su atención. Rápidamente caminaron con dificultad hacia nosotros, algunos corrían pero eran abatidos en el momento en que cruzaban la línea de su avance. Sigo avanzando mientras todo mi equipo dispara hacia el pequeño grupo de cadáveres vivientes que quedaban frente  nosotros. En un momento aparecen más a nuestro alrededor, saliendo de los costados de la entrada a la plaza comienzan a rodearnos. Los flancos de la formación en triangulo apuntan hacia derecha a izquierda encontrando sus espaldas hacia el centro  mientras yo sigo disparando hacia el frente. Nos movemos de manera uniforme a pesar de no conocernos demasiado. Mi cargador se termina y en un movimiento rápido y con destreza coloco uno nuevo en su lugar, guardando el vacio. Uno de los engendro corre hacia mi sin darme tiempo de colocar un cartucho del nuevo cargador en la recamara de mi fusil, desenfundo mi cuchillo rápidamente y lo recibo con una apuñalada el cuello y desviando su fuerza hacia mi izquierda haciéndolo caer con gran fuerza, rápidamente desenfundo mi arma de mano y le remato en el suelo con un tiro a la cabeza la cual queda esparcida en el asfalto. Rápidamente enfundo mi cuchillo y mi arma de mano y termino de recargar mi fusil inaugurando el cargador con un par de disparos a la cabeza del último engendro en el frente. Volteo hacia mi derecha y me doy cuenta que no hay mas enemigos en el área.  
         
           -Por un momento pensé que no podrías contra ellos – dice Leona mientras se acerca caminando con un tono burlón y su subametralladora en su brazo derecho. 
          -Pensaste mal – miro a todo el grupo que viene tras de ella. Los conductores se han quedado en los vehículos, incluyendo a Héctor y Vanessa. 
          -¿Entramos? – ella habla con la clásica sonrisa que siempre sirve como preludio a un combate hombro con hombro junto a mí. Asiento con la cabeza

Aunque Héctor era su brazo derecho me daba cuenta de la atención que me había puesto desde que llegue a Odisea. Ella solo estaba poniendo en comparación a un comandante de la policía federal contra un Boina Verde del Ejercito Mexicano. Héctor solía ponerse en un plan de competencia siempre que entrenábamos o salíamos a operaciones. Por alguna razón se había quedado con los vehículos esta vez. Leona me mira con sus ojos verdes decididos, su postura es la de una mujer veterana en combate quien ha combatido por necesidad más que por diversión. Su figura es atlética y le hace justicia a su velocidad y a las horas que pasa entrenando todos los días. Jamás había conocido una mujer tan dedicada al combate como ella. Es un poco cerrada y nunca habla de su pasado, al menos no conmigo. Solo hablamos lo necesario aunque parecía que esta vez sería diferente.

Leona observa la puerta la cual estaba cerrada con múltiples cadenas y bloqueada por el lado contrario. 
       
            - Explosivos – de entre su escolta de quince soldados entrenados especialmente por ella uno corre hacia la puerta y coloca una pequeña carga de explosivos plásticos, los prepara y hace una seña anunciando que están listos. Todos nos recargamos en los muros de los costados.

La explosión destruye gran parte de la puerta e inmediatamente entra la escolta de Leona seguida por la gente en mi equipo. Ambos aseguran el área colocándose de tal forma que todas las posiciones quedan cubiertas por su  mira. Apuntan hacia el primero y segundo piso, hacia el puente que comunica en el primer piso, las escaleras y el largo pasillo frente a nosotros. Camino con la mira del fusil siguiendo mi mirada, ella camina a mi lado con la subametralladora recargada en su hombro. El lugar parece desierto, sin embargo mi olfato, a pesar de toda la peste de los engendros, percibe olores humanos, comida reciente. Mi oído entonces escucha un sollozo. Le digo a Leona que hay gente viviendo en este lugar sin apartar los ojos de la mira. Todos avanzamos con cautela en una formación que asegura todos nuestros flancos, Leona y yo caminamos en el centro de la misma. Después de unos pasos me detengo casi al mismo tiempo que Leona.  
        
             - ¡En el segundo piso! – grita ella al mismo tiempo que yo, nuestra sincronía para apuntar nuestras armas hacia el mismo punto es casi perfecta.

Granadas de humo caen de todas partes y comienzan a nublar el área por completo. Me agacho y prendo mis visores termales, observo a su escolta y a ella hacer lo mismo. Mi equipo abre fuego sobre los barandales de los dos pisos sobre nosotros mientras corren para alejarse del humo. Aun les falta adiestramiento, no son soldados, no son combatientes, solo son hombres con armas. Toco el hombro de Leona y con un par de señas le hago saber de mis intenciones de subir por las escaleras hacia el primer piso, ella asiente con la cabeza y después ordena a su escolta tomar resguardo bajo las columnas a los costados. Los disparos empiezan a ser respondidos hacia mi equipo mientras subo las escaleras sigilosa y rápidamente. Puedo distinguir armas de alto calibre del  lado enemigo, pero no experiencia en sus disparos, están nerviosos, solo son sobrevivientes. Observo a mi primer objetivo detrás de los barandales del primer piso, no ha notado mi presencia. Con movimientos acertados y rápidos me muevo hacia el sin ser notado, desenfundo mi cuchillo y en un parpadeo meto mi brazo por debajo del suyo y jalo con tal fuerza que avienta el arma al mismo tiempo que le pateo detrás de la rodilla y coloco mi cuchillo sobre su cuello.  
        
             -¡No me mates, por favor! – abrió las manos y comenzó a temblar con temor. 
          -Detén el fuego – apreté mi cuchillo sobre su cuello y alce mi visor. 
          -¡No puedo!

En un movimiento instintivo desenfunde mi arma de mano y apunte hacia mí costado derecho girando a mi rehén para cubrirme el mismo. Un hombre canoso me apuntaba con un revólver. 
     
             - Déjalo ir – su mirada era serena sin embargo respondí apretando aun más el cuchillo haciendo que una gota de sangre escurriera por el cuello del adolescente. 
        -Ordena que se detengan – me mostraba firme. 
       -Tienes los ojos de la muerte… - me mira y noto cierto temblor en su mano - ¡Alto el fuego! – dijo tomando su radio con la mano contraria a su arma.

Los disparos cesan sin embargo aun puedo escuchar unas ráfagas a lo lejos seguidos de unos gritos que se detienen inmediatamente.

   -Detén a tus hombres y deja a mi hijo en paz – alzo la mira de su arma y la soltó parcialmente, dejándola solo sobre su dedo índice.

Piso la parte trasera de la rodilla del adolescente haciéndolo caer de rodillas frente a mí, aun con el cuchillo en el suelo. Leona se acerca detrás del hombre apareciendo entre el humo, sus movimientos habían sido tan cautelosos que ni si quiera yo la había notado o escuchado.  
        
           -¡Maldito! – el hombre intenta apuntarme con su revólver sin embargo su movimiento es bloqueado por la mano de Leona seguido por un golpe al costado de sus vertebras lumbares. Ella gira su mano con gran habilidad y lo desarma en un instante. Sin soltarle la muñeca y el codo, lo gira y recargando su brazo contra su tórax lo avienta contra el suelo y le apunta con su subametralladora. Ella acababa de salvarle la vida, de otra forma una de mis balas hubiese atravesado su frente. 

         - Quédate ahí – Leona lo registro rápidamente mientras su escolta se encargaba de desarmar a los demás. El adolescente lloraba frente a mí al ver a su padre inutilizado.
Al mismo tiempo que noto la ausencia de mis hombres escucho unos gritos femeninos provenientes del fondo de la plaza comercial, al final del pasillo. 
          
      -¡No! ¡Malditos hijos de perra! – el hombre se revuelca en el suelo mientras es amarrado por la escolta de Leona.

Mi mirada y la de ella se cruzan y entiendo la autorización a mi petición silenciosa. Salto con gran agilidad desde uno de los barandales del primer piso y me cuelgo en un movimiento fluido amortiguando la caída. Avanzo velozmente verificando todo frente a mí con una mirada rápida. Al dar la vuelta por el pasillo encuentro los cuerpos de cinco hombres frente a una cafetería, ninguno de ellos era de mi equipo. Alzo mi fusil y apunto hacia la entrada de la misma. Escucho sollozos y quejidos mientras me acerco, paso a un lado de los cinco cuerpos observando las heridas de bala por todo su cuerpo. Entro a la tienda y observo el cuerpo de una mujer de unos cuarenta años aproximados con las ropas desgarradas y con múltiples puñaladas en el abdomen. Guillermo aparece detrás de una puerta al fondo del recinto.  
        
           -¡Comandante! ¡Le hemos guardado lo mejor! – limpiaba sus manos llenas de sangre en su camisa. 
         -  ¿¡Qué demonios paso aquí!? – no bajo mi arma 
          - Encontramos muy buena… “mercancía” si sabe a lo que me refiero – su sonrisa se borro al ver que no compartíamos el mismo estado de animo 
          -Baje su arma, comandante – Sergio, un ex policía, aparece por detrás apuntando con su escopeta

Un ligero gruñido se escapa de mi boca y siento los cañones de la escopeta en mi nuca. Suelto el fusil automático y Sergio comienza a quitarme mi armamento visible. Toma mi rifle de francotirador, mi fusil personalizado y mi arma de mano de mi muslo. Comete un error el no quitarme el cuchillo. 
        
            -Venga, le hare cambiar de opinión – sonríe, sus gestos son toscos al igual que sus proporciones, su cabello amarrado en una trenza y su barba en candado.

Guillermo comienza a caminar hacia el cuarto del que salió y Sergio presiona los cañones de la escopeta sobre mi nuca así que comienzo a caminar hacia el mismo lugar. Al llegar al cuarto observo a dos de ellos violando a una niña de quince años aproximadamente y  otros dos golpeando y arrancando la ropa de una un poco mayor. El último amenazaba a una niña, la cual solo lo veía con una mirada desafiante y fría. 
        
             -¡Déjenla! ¡Déjenla en paz! – gritaba la mayor mientras era golpeada – ¡Hagan conmigo lo que quieran pero déjenlas! 
          -La pequeña es suya, comandante – me sonrió y extendió su mano hacia la niña.

Observo la posición de todos, las armas que cargan, analizo sus posibilidades. 
        
            - He perdido la esperanza en la humanidad, Guillermo – digo observándolo fijamente a los ojos, noto su nerviosismo y el cambio en el gesto de su mirada. Sabia de lo que era capaz – no merecen vivir… - mis palabras habían sido pronunciadas con tal odio y frialdad que todos me miran.

En ese instante desenfundo mi cuchillo y con un giro quedo detrás de Sergio cortando los ligamentos de su codo y atravieso su cuello con el frio acero afilado. La sangre salpica a mi rostro al mismo tiempo que corro hacia Guillermo quien intenta sacar su arma de su cintura. Rápida y letalmente hago dos cortes en su cuello, uno en vertical sobre su abdomen, entierro el cuchillo en su perineo y luego debajo de su mandíbula, lo tomo de la nuca y lo uso como escudo a los disparos de los cinco restantes. Libero el cuchillo al mismo tiempo que me agacho y saco el arma de su cintura con dos tiros certeros a la frente  y al corazón de dos de ellos. Doy una maroma hacia la escopeta de Sergio y al mismo tiempo la sangre de Guillermo me baña en una pintura de guerra que demuestra mi odio enfermizo hacia la humanidad. Mi gesto es frio, he perdido todo control. Tomo la escopeta y me oculto detrás de una columna agazapado. 
        
           - ¡No te saldrás con la tuya, Mateo de mierd…! – el disparo de la escopeta le destroza el cráneo salpicando el rostro de la niña con fragmentos óseos y masa encefálica.

Una serie de disparos se impacta contra la columna y al terminar el conteo de sus cargadores disparo con el arma de mano de Guillermo hasta descargar lo que queda del cargador en el pecho del penúltimo. David alza las manos y avienta el arma al ver a la muerte frente a él, disfrazada de un demonio bañado por la sangre de sus enemigos, en mis ojos solo hay ira, mi labio se contrae y sin perder mi semblante de frialdad me acerco caminando lentamente a él. 
        
           -¡Perdón! ¡No fue idea mía! ¡Perdón! – alza las manos y llora temblando.

En uno de sus sollozos coloco los dos cañones dentro de su boca, su grito desgarrador es ahogado por el último disparo de la escopeta.

Observo su cadáver destrozado por unos instantes… mi obra. Tiro la escopeta y el arma de mano. Miro fijamente a los ojos de la niña quien solo ve una imagen espeluznante y terrorífica mientras el liquido rojo y caliente escurre por mi uniforme, rostro y manos. Su mirada es fría a pesar de su corta edad, puedo notar la ira en sus ojos en vez del miedo que hay en los ojos de sus hermanas quienes se abrazan en una esquina del cuarto, incrédulas, pálidas y llamando a su hermana. 
        
          - ¡Maya! ¡Ven aquí! ¡Rápido! – la mayor agita la mano pero la niña me sigue observando.


Cinco soldados de la escolta de Leona entran por la puerta apuntando hacia mí, se detienen a diez pasos de distancia y me ordenan que baje mis armas. Los miro fijamente y uno de ellos apunta con mayor decisión. Se dan cuenta que no llevo armas y me ordenan hincarme y poner mis manos sobre la nuca.

He perdido la fe en la humanidad, he perdido todo. La humanidad misma ha buscado su destrucción y mi papel como preservador de los pocos sobrevivientes ha terminado. No vale la pena la supervivencia de mentes tan débiles, no vale la pena continuar con su semilla en este mundo, seguirán buscando satisfacer sus instintos estúpidos, sus codicias y ambiciones; seguirá siendo lo mismo. El círculo debe ser purificado. Debe ser exterminado.

Con un grito me lanzo hacia los hombres armados frente a mí. El disparo de una escopeta sobre mi pecho termina con mi avance y con mi aire. Caigo sobre el suelo a mis espaldas pero no siento mi sangre. Mi vista se nubla. Escucho la voz de Leona a lo lejos mientras me desvanezco y pierdo toda mi fuerza.
 

1 comentario:

  1. Genial. Es muy bueno bro!

    George A. Romero siempre trata justamente de mostrar la naturaleza horrible de la gente y como esta puede ser mas problematica que el mismo problema del "apocalipsis zombie", eso es lo que siento que haces pero de una forma menos satirica pero si mas cruda y fuerte, si tomaran este concepto, el cine de zombies tomaria un nuevo empuje enfocado menos a lo gracioso y mas al horror de una situacion asi y todo lo que involucra. FELICIDADES XD

    ResponderEliminar